martes, 26 de abril de 2011

Las historias de Max. Capítulo 2


El día de la madre

Introducción:
Todo esto ocurrió en las pascuas de hace ya largos años atrás, mi madre se encontraba muy enferma, tan enferma que ni si quiera era capaz de encargarse de mí y de mi hermana pequeña, y yo quería hacerle un gran regalo por el día de la madre, un regalo que le hiciera olvidar todas sus penas, el mejor regalo del mundo, pero había a caso algo tan bueno en el mundo que pudiera hacerle olvidar sus penas aunque por un solo momento fuera, no sé si lo había, pero no pensaba parar hasta conseguirlo, esa era mi meta.

El día de la madre:
Me encontraba descansado en el sofá cuando de pronto oí que mi madre me llamaba desde su cuarto-. Ca...cariño... puedes traer... traerme la medicina, que se me ha olvidado... cogerla y ya no puedo levan... levantarme -me dijo entre fuertes respiros, pues no tenía fuerza ni para hablar.

Fui a por el agua y las medicinas y se lo llevé a su cuarto-. ¿Qué tal te encuentras hoy? mamá -le pregunté al tiempo que le ayudaba a inclinarse y a tomarse la medicina, al acabárselas bebió un sorbo final de agua e ignorando mi pregunta señalo hacía la cama de mi hermana, yo cogí  el vaso de agua y fui a la cama de mi hermana, con el otro brazo la cogí a ella y me fui hacía fuera.

-Gracias por preocuparte hijo... -me dijo cuando estaba cerrando la puerta, ella sabía que mentirme y decirme que se encontraba bien no serviría de nada, así que prefirió dar por hecho que sabía la respuesta.

Fui al salón y deje a mi hermana en la alfombra, entre el sofá y la mesita, le encendí la tele y yo me fui a dejar el vaso de agua en la cocina. Volví al salón y me senté en el sofá, entonces le dije a mi hermana-. Pequeña, espero que puedas ser más feliz que nosotros y encontrar a alguien que te quiera de verdad... -ella me miró y me enseño una sonrisita soñadora.

Cuando volvió mi padre del trabajo le deje a cargo de mi hermana y de mi madre y yo me fui fuera, pues quedaban pocos días para el día de la madre y tenía que pensar en que regalarle, y en casa no encontraría la respuesta.

-¿Dónde vas hijo? -me preguntó mi padre al ver que me ponía la chaqueta y me iba-. Eres muy pequeño para estar solo ahí fuera a estas horas.

-Tranquilo papá se cuidarme -le dije mientras abría la puerta y le sonreía confiadamente para irme, antes de cerrar la puerta por completo oí como mi padre dio un largo suspiro y mi hermana iba a saludarlo.
Me fui a dar una vuelta por el campo, allí con los sonidos típicos de este ambiente, el olor de la naturaleza y la frescura de la misma, despejaría mi mente bien despejada, para poder pensar mejor en eso que deseaba. Estuve andando durante una hora aproximadamente, entonces decidí tonar de vuelta por mi camino, pero de pronto el suelo se abrió a mis pies, una enorme grieta en el suelo me trago.
-Aughh... ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? -me pregunté a mi mismo, sin esperar respuesta alguna.
Cuando la humareda desapareció pude ver aquel lugar. Aquel lugar parecía una especie de laberinto, y yo me encontraba en suelo sobre un montón de escombros, y  a mi lado habían unas gruesas lianas que debieron caer como yo, pero estas estaban sujetas, así que por ellas podría subir, pero cuando estaba  subiendo algo me llamo la atención, un resplandor dorado relucía al final de aquel largo pasillo, un resplandor dorado que llamaba mi atención más de lo normal.
Fui hacía aquella luz, parecía estar más cerca de lo que estaba, pero no volví atrás, sino que continúe caminando hasta que me encontré con una enorme sala, y en medio de esta, sobre una especie de fuente, una figura de oro macizo, la figura era una especie de pequeña hada bailando de forma extraña con las alas abiertas. Cuando la cogí esta brillo con gran fuerza y empezó a bailar, yo me asuste muchísimo, pero pronto me tranquilicé, pues aquella figura empezó a hablar con una voz celestial, una voz tan perfecta que debía ser capaz de amasar a un millón de fieras hambrientas.
-Joven, has llegado hasta la fuente de los sueños en busca de algo, ¿no es cierto? -dijo aquella celestial voz.
-¿La fuente de los sueños? -me pregunté a mi mismo, pero ella lo oyó.
-Sí, la fuente de los sueños, esta fuente está en el corazón de todo hombre y toda mujer, pero solo algunos pocos son capaces de hallarla, ahora dime, ¿Qué es lo que deseas? -me informo aquella voz celestial.
-De... de... deseo... el mejor regalo del mundo, un regalo que le haga olvidar todas las penas y sufrimientos a mi madre, un regalo único -le dije dudosamente al principio, pero con todas mis ganas.
-¿Con que el mejor regalo del mundo para tu madre? humm... ¡De acuerdo! -dijo aquella celestial voz, y de pronto un gran destello, mucho mayor al anterior, ilumino toda la sala y me dejo ciego durante medio segundo. Cuando abrí los ojos, la estatua había vuelto a su lugar y una rosa enorme y roja había caído sobre mí.
-¿Una rosa? -pregunté, pero nadie respondió-. ¿Una simple rosa? -volví a preguntar, esta vez a mí mismo.
Decepcionado a la par que extrañado volví a casa con la rosa en la mano, en el camino la fui observando durante todo el rato, era una simple rosa, pero era algo extraña, relucía más que ninguna otra y era súper grande, pero por el resto era bastante normal.
Llegue a casa y me fui directo a mi cuarto, allí en un jarrón de agua, junto con unas margaritas que me había cogido mi hermana el otro día en el parque, deje la rosa, después fui a cenar y al acabar la cena me fui a dormir, aunque antes estuve jugando un rato con mi hermana.
Pasaron los días y llego el momento, el momento de entregarle ese gran regalo, ya era el día de la madre, así que fui a la habitación y me dirigí hacía el jarrón, entonces fue cuando me di cuenta, esa rosa era una rosa completamente normal, y lo que yo buscaba era algo especial, algo que le hiciera sonreír a mi madre como hacía tiempo ya que no lo hacía, pero igualmente ya no había vuelta atrás, así que me dirigí hacia su cuarto con la rosa en mano y dando dos golpecitos en la puerta previamente, dije-. ¿Mamá se puede pasar? – a lo que mi madre me contesto con un si debilucho seguido de un poco de tos.
Entre en la habitación y me subí  a su cama, mi madre me miro y me pregunto-. ¿Qué pasa hijo? –yo con la mano en la espalda, y mi hermana mirándonos y sonriendo, le enseña la flor con cara de tristeza, pues no era el regalo que esperaba darle-. ¡Ohh! ¡Cariño! ¡Qué bonito!, ¡No tenías porque molestarte! ¡Qué bonita! ¡Muchas gracias cariño!, has visto hija mía, que regalo más bonito me ha dado tu hermano, ya verás cuando se lo enseñe a papá –dijo mi madre súper alegre, pero ¿Por qué se puso tan alegre?, a caso era una rosa mágica o era simplemente por el hecho de haberme acordado de regalarle algo, no sabía el porqué, pero daba igual, lo importante es que a mi madre le había gustado tanto, que se había olvidado de sus penas, aunque no sea para siempre.

PD: Siento la tardanza, pero he estado ocupado y no he podido subir ni escribir nada.

viernes, 1 de abril de 2011

Las historias de Max. Capítulo 1

Presentación.

Como bien dije al inicio de este blog, este será un blog donde subire fanfics de trabajos literarios o dramaticos u otras cosas similares. Pues aquí os presento un nuevo "fanfic" que tratará de One Piece también, pero del personaje de un Foro rol de OP (akumanomi) y sus historias a contar, las cuales son aleatorias y sin orden de ningún tipo, si deseaís saber más sobre este foro o este personaje, visitar la web y registraros, os lo recomiendo.

Dicho esto, aquí teneís la primera "Historia de Max"


Un día de Pesca

Introducción:
Esta historia ocurrió hace mucho tiempo, exactamente el jueves 19 de marzo de 1997, ese día yo cumplía 5 años y mi padre me quería hacer un regalo muy especial, él me quería enseñar a pescar, algo que mi padre adoraba y que por tanto deseaba enseñarme cuanto antes, pues para él era algo muy importante. Pero a él no le agradaba nada llevarme al pueblo. por donde teníamos que pasar para ir a pescar, de hecho solo íbamos al pueblo para lo indispensable, para el resto nos quedábamos en nuestra casa, que se encontraba en un valle alejado del pueblo. Pues como todos recordareis, en Lvneel, mi familia no es muy apreciada por apellidarse Montblanc.

Un día de pesca:
-¿Maxy, estás preparado para recibir tu regalo de cumpleaños? -preguntaba mi padre, quien se ocultaba en el pasillo para esconder mi regalo mientras hablaba y me entretenía con sus monólogos, mientras me hacía impacientar para que le pidiera a gritos mi regalo, y así el de un salto ponerse delante de la puerta para que le viera.
-¡Si! -conteste yo, mientras daba pequeños saltitos con los brazos alzados.
-¿Estas seguro? ¿De verdad estas preparado para recibir tú regalo? -me preguntaba para así hacerme esperar más.
-¡Si! ¡Quiero verlo! -conteste de nuevo y corrí hacía el pasillo para descubrirlo antes de tiempo.
-¡Ahjaja! -gritó mi padre al tiempo que daba un saltito para ponerse en medio de la puerta, justo delante de mí-. ¡Aquí tienes tu regalo! -en su mano derecha llevaba una caña de pescar para principiantes nueva, y en la otra mano, una mochila y una caja con el resto de accesorios.
-¿Una caña de pescar?... -dije dudoso-. ¡¿Me vas a enseñar a pescar?! -grite eufóricamente, ya lo había entendido.
-Si, y además esta caña es para ti, aun eres muy pequeño para utilizarla, pero yo te ayudare -me dijo completamente emocionado-. ¿De verdad te gusta?
Recuerdo que no me apasionaba la idea de ir a pescar, pero solo el ver tan feliz a mi padre, me hacía pensar que me lo pasaría genial, así que le conteste con un movimiento afirmativo de cabeza, a lo que él contesto:
-De acuerdo, pues entonces vístete rápido, dale un beso a mamá,; pero con cuidado no la despiertes, y vayámonos -me dijo alegremente, tras lo cual nos pusimos en marcha.
Enseguida nos pusimos en marcha, tardamos una media hora en llegar al pueblo, el cual teníamos que atravesar si o si, además teníamos que ir al puesto de pesca para coger cebos, ya que se nos habían acabado.
Cuando entremos en el pueblo mi padre me cogió del hombro y me junto contra su pierna, tras ello me dijo-. Cariño, tú no te separes de mí y no hagas caso a las malas miradas ni a lo que oigas. Yo no respondí nada, pero no dude en hacerle caso, pues su cara era muy serie, y eso era algo raro en él. Mientras íbamos andando, como el ya me había avisado, la gente nos miraba malamente y murmuraban cosas a nuestro paso, solo algunos eran los que nos saludaban y se dignaban a mirarnos buenamente.
Lleguemos a la tienda, donde un amable dependiente de aproximadamente unos sesenta años, que se caracterizaba por su vestimenta pesquera y el largo pelo blanco acompañado de un bigote y una barba blanca, nos atendió.
-¿Qué deseáis? -nos preguntó con una sonrisa en la cara
Hijo, dile al dependiente que es lo que queremos -me insistió mi padre, dándome pequeños empujones en los hombres para que fuera al mostrador.
Yo lo mire a la cara y al ver su rostro relajado, me relaje yo también, di 2 pasos hacía el mostrador y me puse de puntillas para llegar a el mismo, una vez colocado le dije al dependiente-. Queremos unos cebos para pescar -le dije, a lo que el dependiente me contesto con una sonrisa y dándome los cebos; mi padre, quien ya debía saber su precio, lo dejo al momento sobre el mostrador y nos marchemos, pero cuando estábamos en la puerta se oyó una voz desde dentro que hablaba con el dependiente.
-¿Como puedes venderles a esa escoria? -dijo con un tono  despreciable, a lo que el dependiente no contesto, o al menos no verbalmente. Mi padre se paró un momento y a punto estuvo de girarse e ir a por aquel joven, pero yo le cogí de la mano y se la apreté fuertemente, teniendo como consecuencia que mi padre volviera a su tarea.
Llegamos a la playa y nos pusimos sobre un saliente donde no había gente, allí mi padre me sentó y después se sentó él detrás de mí rodeándome con las piernas, cogió la caña, preparo todo lo necesario y empezó a enseñarme. Así fue como pasemos todo el día hasta casi el anochecer, que nos volvimos para casa.
De camino a casa, cuando estábamos saliendo ya del pueblo, nos encontramos con tres jóvenes, uno decía ser el cliente de la tienda de pesca que nos llamo escoria y los otros dos, eran sus amigos. El que antes estaba en la tienda y otro de sus amigos, fueron y rodearon a mi padre, mientras el otro amigo me cogió a mí y me aparto, tras decirse unas palabras que yo no llegue a escuchar, mi padre se fue con ellos, pero antes me grito-. ¡Maxy, vuelve a casa, luego iré yo que tengo que hacer unas casas!.
Como mi padre bien me dijo, yo volví a casa y allí le conté todo a mi madre, mi madre me hizo una rica cena y me felicito por mi cumpleaños, tras esto me envió a la cama, yo no quería, pues quería esperar a mi padre, pero ella me obligo. Me fui a la cama y sin salirme de allí estuve esperando a mi padre, quien tardo una media hora más en llegar, cuando llego a casa mi madre pego un pequeño chillido; pero no pude enterarme de nada más, pues ya me estaba durmiendo antes de que mi padre llegara.
Al día siguiente le pregunte a mi madre que dónde estaba papá, ella me dijo que estaba trabajando y que ya volvería luego, pero paso una semana hasta que lo volví a ver, y no venía del trabajo, si no de la cama.